A contraluz by Alice Raine

A contraluz by Alice Raine

autor:Alice Raine [Raine, Alice]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-06-01T04:00:00+00:00


9

Nathan

En el trayecto de vuelta a casa me debatí sobre qué decirle a Stella, cómo abordar el tema de nuestra relación o por dónde empezar; sin embargo, pese a que tuve veinticinco minutos para pensar en el coche, cuando llegué al bloque de apartamentos y entré en el garaje subterráneo, aún no me había decidido. Salí del Audi, lo cerré con el mando y me encaminé al ascensor, mordiéndome nervioso el labio inferior por dentro. Las puertas plateadas se abrieron enseguida, recortando así el tiempo que me quedaba para pensar; tecleé el código de seguridad del ático, me recosté en la pared de espejo y seguí meditando.

Recordé los consejos de Rebecca y estudié ceñudo mis opciones para abordar a Stella. «Bésala»: eso no sería problema, me encantaba besar a Stella. «Cógela de la mano»: no era algo que hiciese con frecuencia, pero tampoco sería complicado. «Haz que se sienta especial.» Sonreí con picardía. Estaba convencido de que eso ya lo hacía en el dormitorio, pero pensé que seguramente Rebecca no se refería a eso. Por desconcertante que pareciera, iba a tener que esforzarme por encontrar algo que la hiciera sentirse especial aparte del sexo, pero no tenía ni idea de por dónde empezar.

Aparqué eso de momento y pensé en las otras cosas que Rebecca me había propuesto. «Trátala como a tu igual.» Eso ya lo hacía, ¿no? Sin embargo, al pensarlo mejor, apreté los dientes con fuerza: teniendo en cuenta que Stella era mi sumisa por contrato, seguramente ella no pensaba que la nuestra fuera una relación de igualdad, me dije, con el ceño fruncido.

Dios, todo aquello era mucho más difícil de lo que esperaba. Eran tantas las cosas que debía tener en cuenta que empezaba a sentirme impotente, y eso no me gustaba ni una pizca, así que decidí centrarme mejor en lo que sí podía hacer. «Sal con ella a comer o a cenar a un sitio público.» A menudo comíamos juntos en mi apartamento, así que supuse que no sería complicado mejorarlo saliendo a un restaurante, pero como no eran más que las nueve y media de la mañana, eso tendría que esperar. «Cómprale flores.» Joder, no, pensé, frunciendo la nariz asqueado, puede que quisiera cambiar el rumbo de mi relación con Stella, pero no iba a hacer esa cursilada.

En la superficie reflectante de las puertas del ascensor, vi que una mueca me arrugaba la frente y cambié de postura, nervioso. Quizá ese fuera mi puñetero problema: como era un cerdo egoísta, estaba pensando otra vez en mí, y no en Stella. Si quería tener una relación normal con ella, debía empezar a pensar en sus sentimientos, para variar, en vez de ser tan egocéntrico e ignorante como de costumbre. ¿Le gustaría a ella que le comprara flores? Pues claro que sí, seguro que le encantaría. Malhumorado, di un puñetazo en la botonera e invertí la dirección de ascensor para escaparme al puesto de flores de la esquina de la calle.

¿Cómo era posible que me plantara en



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